Ubicado en la cordillera occidental, en pleno eje cafetero se encuentra un pintoresco pueblo llamado Apía, pueblo de raíces festivas con un inmenso patrimonio cultural. Desde las empinadas lomas se siente el inigualable olor del café, que no solo es el motor económico de este bello lugar si no también una fuente inspiradora que despierta los sentidos de cada uno de sus habitantes, que con amabilidad muestra lo más bello de su tierra, haciendo sentir al forastero que es también es de allí.
Sus hermosos balcones coloniales dan un aire de tranquilidad y alegría, dejando ver la huella de sus antepasados, haciendo que cada paseo por sus empinadas calles sean tan agradables que se anhela que el tiempo sea lento para disfrutarlo mejor.
Ni que hablar del verde esmeralda que rodea a este paraíso con un mundo de aves por conocer, de los vientos que soplan y susurran todos los secretos, de las sonrisas encantadoras de cada habitante, de sentirse libre volando en parapente, de la música que deja encantado a cada oyente y del café que, seleccionado a mano por cada campesino y pasando por los diferentes procesos de cada uno de los cafés hacen que sean los mejores.
Bellísimo… Gran reseña